“Lo que amo de ti”
Te he dicho que te amo un
par de veces, que te adoro, que me gustas mucho, que te quiero, pero nunca te
he dicho qué cosas en específico me mantiene aquí, añorándote día a día.
El primer impacto
obviamente fue el físico, todo entra por los ojos. Esa noche que nos conocimos
me encantaste de primerazo, me pareciste súper atractivo, me gustaste al
instante. Recuerdo muy bien que pensé “me voy a quedar enganchada”, no me
equivocaba, tienes una sonrisa encantadora. Y cuando dijiste que vives en otra
ciudad… supe que no iba a ser fácil.
El segundo impacto fue
intelectual. Leí tu escrito y se cruzaron por mi mente dos cosas: que eres muy
inteligente, muchísimo más que yo, lo cual me intimida y me atrae por igual; y que
ojalá te hubiese conocido antes.
Paralelamente, y en un
plano más profundo, por así decirlo, el verdadero impacto fue el aspecto
mágico. El Oráculo ya lo había
predicho hacía semanas, ya me lo había mostrado de muchas maneras: en esa fecha
en específico iba a conocer a alguien especial quien sería significativo en mi
vida material y espiritual. Ah, el sueño soñado de mil maneras, el deseo que se
pide a la luz de una vela, una oración que se reza con fervor esperando
humildemente una bendición…
Y apareciste tú. Sí, tú.
Así sin más, con tu sonrisa de medio lado y tu brillo de oro y plata.
Por eso te di mi número tan
rápido. No te iba a dejar ir.
En nuestras primeras
charlas y encuentros me choqué con tu dimensión más cruel, la que en gran
medida estuvo mediada por el prejuicio. Me dolió, sí, mucho; pero no por la
rudeza de tu tono sino porque no entendía cómo el destino me enviaba a alguien
que me trataba tan mal. Sin embargo tenías razón, lo admito, por eso te seguí
hablando, la crudeza de tus palabras no son más que sinceridad sin adornos y si
le quito la sensiblería diplomática a la que nos tiene acostumbrados la
sociedad políticamente correcta, solo queda el reflejo de lo que somos y no
queremos ver.
Aunque la razón verdadera
de por qué me he aguantado muchas de tus displicencias es porque creo en El Oráculo, solo debíamos conocernos,
sincronizarnos y alinearnos dejando el prejuicio atrás y trabajar en lo que el
otro nos muestra.
Desde que te conozco no ha
pasado un solo día, ni uno, en el que no te piense de manera constante. A veces
es desgastante, debo decirlo… ¡es que hasta te veo en mis sueños! He tenido que
mirar con detenimiento qué tan obsesiva es mi atención hacia ti, porque cuando
me da la intensa… creo que me comprendes, tal vez en eso somos bastante
parecidos.
Entre charlas, que se
fueron volviendo diarias y cotidianas, comencé a ver esa maravillosa conexión
que tienes con la madre tierra y con nuestros mayores. Me parece un privilegio
poder tener un algo de contacto con los orígenes a través tuyo. Y te agradezco
por eso, por ser el medio para que yo pueda tener ese pequeño vistazo.
Luego empezamos a trabajar
y me gusta muchísimo esa sinergia que tenemos, creo que nos complementamos y
trabajamos muy bien, especialmente bajo presión aunque me estrese. (¿Has caído
en cuenta que solo nos hemos visto cuando trabajamos?).
Y no entiendo por qué aún
no hemos podido ver materializados nuestros esfuerzos… en verdad no comprendo… A
ese tema le he dado muchas vueltas en la cabeza. Muchas. Ese por qué no. Creo que soy yo… definitivamente no
doy la talla… Para ir a la selva y trabajar en y para ella, por y para las
comunidades, se necesitan personas de corazón puro como el tuyo. Yo no lo
tengo, no cumplo con mis deberes espirituales como debiera y así no soy
merecedora del favor de la magia de la selva. Carezco de modestia.
Otro factor importante es
cómo me alimentas el ego. Tú me has dado una atención constante que nunca había
recibido: los buenos días, las buenas noches, el cómo estás, el cómo te
sientes, el qué haces… Sí, muchas veces dudo, porque si hablo de ego debo
mencionar mi miedo al abandono y al rechazo… He dudado de tus intensiones al
ofrecerme tanta atención siendo tú tan maravilloso y yo… bueno, increíblemente tan
fácil de ser ignorada.
Contigo puedo ser yo misma
porque sé que también soy, a veces, grosera, fría y distante, así como cursi,
celosa (un poquito) y controladora. Me encanta mi yo dramático la verdad, soy
una Drama Queen por excelencia y me
gusta que a ti, o no te importe, o sepas lidiar con ello.
Finalmente nos vimos en
persona. Quedé fascinada contigo. Me gusta mucho el color de tus ojos, son más claros
en persona, y tus pestañas onduladas me parecen divinas. La forma de tus labios
y de tu nariz con aro y todo. Tu tono de piel, tu voz y que te sientas todo
recto. Y la energía entre los dos, fue tan natural, como si lleváramos toda una
vida sentados el uno junto al otro… así lo sentí.
Y escucharte las diferentes
variaciones de tus jajás, poderle
poner sonido a lo que tantas veces leo.
También me encanta tu yo
erótico. Aparte de ser muy, muy sexy, tienes una suavidad en el trato, una
dominación con sutileza, un roce exquisito que nunca había sentido. Nunca. Eres
una delicia… Duré semanas con los labios erotizados, la sensación de la yema de
tus dedos micro friccionando mi piel aún mi boca lo rememora con
estremecimiento. Y no dejo de pensar cómo sería si me tocaras el resto… Qué
rico… con ello fantaseo de vez en vez.
Pero no es solo gusto y
deseo, también es admiración y respeto. Admiración por la pasión que le pones a
lo que verdaderamente te gusta. Me acordé cuando me dijiste que te querías
tatuar Arirang en el talón, no he hecho
el deber de ver la película aún, pero veo el poster con ese plano en particular
y sí, esa pasión que tienes por el cine hasta el punto de querer hacerlo
perdurable en ti, simplemente me maravilla.
Y profundo respeto por el
camino que recorres, por los desafíos tan complejos que la vida te pone en
él. Respeto enormemente cómo enfrentas
día a día esa lucha interna tan brava con una fuerza de espíritu tal que solo
tú tienes. Por eso te digo “Corazón de
León” no solo por la nobleza de tu alma sino por la tenacidad con la que
encaras tus desafíos y tus demonios, manteniéndote en pie, haciéndole frente a
la vida de la mejor manera que puedes.
Eres un hombre increíble.
A veces siento impotencia,
no poder estar ahí para ti, cuidarte cuando lo requieras con los pocos saberes
que recuerdo del legado dejado por mis ancestras. Solo puedo decirte un par de
cosas, mandarte un par de besitos virtualizados, tal vez uno que otro consejo;
pero eso sí, enviarte la mejor de las energías, enviarte mucho amor en el
silencio que nos queda entre chat y chat.
Una vez estaba mirando loza,
creo que en Dollar City, estaba
buscando un pocillo barato recién llegué acá, y vi uno todo lindo amarillo…
estuve a punto de comprarlo, sería tú pocillo cuando vinieras… incluso llegué a
pensar en comprarte un juego de sábanas y una toalla amarillas para que
tuvieras tus cosas cuando algún día me visitaras... Te cocinaría cosas ricas,
te arruncharía y te consentiría y siempre tendría para ti coca cola fría, eso,
cuando algún día tenga nevera. He fantaseado incansablemente todo este tiempo con
momentos tanto excitantes como cotidianos contigo, juntos, las cosas que
haríamos, los lugares a donde iríamos, las risas, los besos, hasta las posibles
discusiones. He vivido más esta relación en mi mente que en la virtualidad,
allí he creado un sinfín de mundos probables donde podamos estar tú y yo,
tranquilos al fin.
Hace poco me pregunté qué
fue exactamente lo que me enamoró de ti, cuál fue ese momento exacto. Lo tengo
muy claro: pasó hace un tiempo ya, creo que no te diste cuenta: Tu sobrinito se
quedó a dormir una noche contigo, estaban arreglando la cama y se te fue una
llamada por Whatsapp. Yo contesté y escuché un pedacito de tu conversación con él,
le dijiste “pero vamos a dormir, no?”
Ese tono tan dulce con el que le hablaste con tantísimo amor y con tantísima
ternura me derritió de amor por ti… se me llenó el corazón de ti… porque eres
un hombre maravilloso, único, tan lleno de cariño... Agradezco siempre al de
arriba por haberte puesto en mi camino.
Cada vez que me envías
fotos con tu sobrinito, especialmente donde lo tienes arrunchado, te amo un
poquito más ¡Eres todo amor! Como te refieres a tu abuela y a tu hermana, y a
quienes amas, con tanta ternura, tu sensibilidad a flor de piel hasta llegar a
la lágrima… Eres un ser hermoso… Me enamoras.
Ah, y que te achantes me
parece lindooo, tal vez para ti no pero para mí sí, me parece un bonito rasgo
de inocencia y ternura.
¿Sabes qué me fascina?
Verte en chancletas con medias, jajaja ¡En serio! En particular cuando también
usas esos jeans apretaditos que se te ven tan bien… me encantas… O cuando usas
tus pantalones tejidos no hago sino pensar si usas bóxer debajo, jajaja. Es que
me gusta tu cotidianidad, la que quisiera vivir de cerca… tu tarro grande de agua
y tu tarro grande de crema, tus cortinas amarillas, tu cobija de cebra, tu piso
reluciente siempre, y que tu “desorden” sea una pila ocasional de ropa limpia
para guardar.
Obviamente me he
cuestionado varias veces qué tan idealizado te tengo, la virtualidad es un
factor que contribuye a la distorsión de la realidad y al ensueño, pero esto
que siento es pura verdad, aunque la distancia física sea una verdadera putada
¡qué mierda! A veces me pregunto, por ejemplo, que si estuviéramos por lo menos
en la misma ciudad y tuviésemos una relación más estrecha, si tú te aguantarías
mi desorden o hasta qué punto yo cedería para tu tranquilidad; si yo me
aguantaría tu ruido constante cuando amo el silencio; si tú te aguantarías mis
ronquidos; si podríamos convivir tú carnívoro y yo vegetariana… ese tipo de
cosas que verdaderamente construyen cotidianidad y nos pone los pies en la
tierra.
A este punto, ya no sé si
algún día le tenga respuesta a ello. A veces quiero mandar todo para la mierda
y desaparecer sin más, no seguir con todo esto que siento tan intenso, pero
siempre hay algo que me jala a ti, siempre, es como si no pudiera alejarme por
completo. ¿Se pueden apagar los sentimientos que te tengo? Algo así como poner
un switch en off simplemente. De poder podría, pero de querer… no quiero.
Incluso, y debo referirme a
ello, he tenido un dilema moral ¡soy
mayor que tú 10 años! sinceramente no siento la diferencia de edad, bla, bla,
bla, pero en algún punto se nota… Yo ya estoy vieja, más vieja que tú. Esto me
hace cuestionar mi posición en esta relación… pero, de nuevo, lo que tú me
haces sentir, lo que siento por ti, es genuino y sincero. Y aquí sigo,
queriéndote siempre.
Detesto tus silencios, que
muchas veces no me contestes, que dejes las conversaciones a medias; que no
seas explícito me enloquece, me hace divagar en las probabilidades, que me
ignores deliberadamente despierta mis peores temores… No me gusta adivinarte, no
me gusta la incertidumbre, tú no me dices nada. No sé si te gusto, si me
quieres en verdad y esas cosas… Yo entiendo que eres tímido, pero sencillamente
no sé y así es tan difícil… Recuerdo una vez que me dijiste “me encantan las palabras que usas para describir
la comida” jajaja, duré feliz como un mes con eso, yo me conformo con tan
poco la verdad… hasta que llega la soledad a aplastarme con la duda, con esta
lejanía que no parece llegar a acortarse nunca.
A diferencia tuya, yo sí
creo que está todo por hacerse en esta relación para que este amor no de rabia,
para que no duela, para que no parezca que queremos más de lo que deberíamos.
Porque no solo se trata del amor y del cariño, esto realmente es cuestión de la
voluntad, de hacer que las cosas sucedan sabiendo fluir con lo que la vida nos
propone. La clave está en ver esto desde el punto de vista de la abundancia de
sentimientos que tenemos por el otro y no desde la perspectiva de la carencia,
de todo lo que nos falta. Así como dice una canción por ahí “la suerte es amiga de la acción”. Pero
es todo un reto enfrentarse al escenario de forzar algo que en definitiva no
será y asumirlo de una buena vez.
Esas “cosas en específico”
que menciono desde el primer párrafo realmente son un todo, un conjunto con
todos sus elementos, todas las dimensiones que tanto amo en ti, incluyendo los
que detesto, claro, no sería divertido, apasionante e intrigante, no sería real
de otra manera. Eres un ser total, te adoro como unidad, te adoro en cada una
de esas cositas grandes y pequeñas, sencillas y complejas que te componen.
Leí hace un par de días una
frase que me gustó “Qué tal si nuestras
historias de amor no se tratan de nuestros amantes sino de las historias de
cómo nos encontramos a nosotros mismos” Sí, de esto también se trata, de mi
autodescubrimiento, de cimentar mi amor propio, del entendimiento profundo de
mi sombra y de temperarla con mi luz, de reconciliarme con mi esencia, el
empezar de cero y reconstruirme, destruirme y volverme a construir. El aprendizaje
profundo de sí. En definitiva, el trabajo individual, la reflexión e inflexión
de mi Yo para poder ser individuo en
un Nosotros.
Sí, al parecer la que tengo
idealizada es la conexión. En estas últimas semanas he tenido una sensación
inquietante, como acercarse rápidamente, página a página, al final de un libro.
Esa sensación antes del fin, ese deseo de que quede la remembranza de lo
significativo cuando, inevitablemente, la historia llegue a su término. Siento
como si al habernos dicho te amo,
cada uno a su manera y en su momento, hubiese sido la cúspide de nuestra
relación; sí, como la cima de una montaña aparentemente inalcanzable, llegar a
ella y contemplar la vastedad… suspirar hondamente para tomar la decisión si volver
a poner los pies en la tierra o si mirar al cielo estrellado, flechar la luna para que de ella surja una
escalera de fragmentos de nácar y subir a ella sin mirar atrás. En ese
punto me encuentro, en ese Limbo. No sé cuál camino escoger.
¡Ay, pero es que te amo tan
profundamente! ¿cómo me dices que no hagamos nada? ¿Cómo me pide la vida y
hasta El Oráculo que no haga más? ¿Cómo
te voy a dejar ir si te enviaron las mismísimas estrellas? Porque tengo la
convicción de que este amor que te profeso ha sido desde siempre… lo que te
dije aquella vez es cierto, te había visto en mis sueños desde mucho antes de
conocerte. Además he podido “tener un vistazo” de algunas de las vidas que
hemos compartido, en todas las que sé,
nos hemos amado. Tengo fe de que tarde o temprano lo que está destinado, lo que
está escrito en el libro del destino, simplemente sucederá de una u otra manera,
a pesar de nosotros mismos.
Pero tal vez lo sensato
sería lo que tú dijiste: no hay nada que hacer. Yo nunca he sido una mujer
sensata, menos en cuestiones del amor… así que sí, tal vez, no hacer más nada
deba ser lo que sigue…
¿Y por qué te digo todo
esto hasta ahora cuando está esa sensación en el aire del “ya para qué”? Porque ya no tengo miedo de salir herida. Acepto la
posibilidad de que eso suceda, ya no me queda de otra. Me han roto tantas veces
el corazón, de maneras tan absurdamente crueles, que me ha tocado reconstruirlo
de pedacito en pedacito. Así estaba, todo maltrecho él de tanto arrejuntar las
piezas… Decidí tomarme mi tiempo para sanar mi corazón después de la última
deslealtad, trabajé en ello con tenacidad, fui a mis profundidades, muy hondo,
comencé a reconstruir de adentro hacia afuera, y con ello me refiero desde la
infancia y mis primeros traumas, cada dolor que he padecido hasta el hoy, uno por
uno… un ejercicio de perdón que aún continúa… Ha sido muy duro, enfrentar
demonios es difícil, pero la tarea se hace. Muchas veces decaigo, especialmente
cuando creo que ya la he logrado. Este par de semanas de mini vacaciones me han
permitido decantar muchas cosas, especialmente después de la última crisis que
tú mismo escuchaste…
Hoy mi corazón se siente
diferente, más ligero. Realmente lo que tantas veces reconstruí fue la coraza
con la cual lo protegía para evitar el daño. Después de tantas traiciones y
desilusiones de esa coraza no quedaba sino el escombro. Ahora lo que tengo es
el corazón pulpito, todo rojito, como si fuese nuevo, las cicatrices han estado
curando, ahora son las huellas que ha dejado la vivencia, marcas testigo de la
memoria del corazón.
“Omnia vincit Amor; et nos cedamus Amori / El Amor todo lo vence; rindámonos
también al Amor”. El Amor es la única cura para el corazón.
En fin, solo sé que te
adoro, que te amo, que decido que mi corazón te pertenezca aún sin importar las
decisiones que tú y yo tomemos y del camino que cada uno decida continuar. Esto
que siento por ti perdura en el tiempo, perdura en el espacio y siempre
permanecerá.
Te quiero muchísimo,
Catalina
